
Mi hijo con TDAH, una experiencia de vida

Mi hijo fue planeado, amado y esperado. Por cuestión de salud materna nació de siete meses, por lo que estuvo tres semanas en incubadora. Aun recuerdo el comentario del pediatra, “su hijo no sube de peso porque se mueve mucho, da vueltas por toda la incubadora”, sólo pesaba kilo y medio.
Cuando me lo llevé a casa siguió dando vueltas ahora en la cuna, y cuando empezó a caminar inició toda una aventura llena de preocupaciones. Demasiado inquieto, no se entretenía con juguetes, solo caminaba y corría, parecía tener un motor que se surtía de gasolina en la noche y al día siguiente iniciaba más revolucionado, subía escaleras, trepaba árboles, se divertía con insectos en sus manos, jugaba con los gatos, perros sin temor alguno, los tomaba como muñecos de peluche y por increíble que parezca estos no le hacían nada.
Note que mi hijo hablaba poco, solo lo indispensable para pedir algo, no me daba una respuesta, parecía no escuchar pero trataba de seguir las indicaciones que yo le daba.
Como fue creciendo fueron aumentando el tamaño de las travesuras y preocupaciones, porque simplemente mi hijo no medía el peligro.
Cuando llegaba a un lugar diferente exploraba, conocía, corría, caminaba, se aburría y después simplemente lloraba para salir de ahí. Siempre tenía que cuidarlo alguien y al mas mínimo descuido era una enorme travesura que ponía en riesgo su integridad física. Sus travesuras predilectas eran desafiar las alturas y subir escaleras.
Al año y medio tuvieron que operarlo de las adenoides y cuando despertó de la anestesia se arrancó la venoclisis y a las dos horas de la cirugía ya estaba comiendo como si nada hubiera pasado.
Lo observó su pediatra y me comentó que mi hijo tenia TDAH, lo llevé con el neurólogo pediatra y confirmó el diagnóstico. Me resistí a medicarlo. Pensé, tal vez al entrar a preescolar pudiese controlarse, pero no fue así.
Llegó la tan esperada fecha de ingresar a preescolar, yo tenía muchas preocupaciones, una de ellas era que, controlaba esfínteres pero no avisaba porque tenía fobia a los ruidos intensos como la licuadora, batidora, sanitario y taladro.
Desde el día primero iniciaron las quejas, lloraba, caminaba, corría se salía del salón de clase, entraba a los otros salones, bueno, a los tres días ya conocía toda la escuela.
Y, la maestra sumida en una total ignorancia aprovechó sólo para quejarse todos los días de mi hijo señalándolo de retrasado. El rechazo que mostraba hacia él era más que inminente.
Me obligaron varios días a observar a mi hijo en la escuela, me enviaron con el famoso y poco efectivo USAER. Un día se planeó trabajo de remodelación en la escuela y utilizaron el taladro a un lado del salón de Luis, él obviamente se tapó los oídos y se puso a llorar, inmediatamente me mandaron llamar y me exigieron con urgencia llevarlo al médico. Ellos, el grupo de USAER, médico, psicóloga, trabajo social y enfermera coincidieron que mi hijo tenia retraso mental, que debiera recibir estimulación psicoeducativa y probablemente algún día pudiera identificar su cabeza, sus manos y saber para que sirven. Me señalaban como la culpable.
Consulté a una psicóloga de forma particular y coincidió, según ella y sus test, mi hijo sí tenía retraso mental.
A ningún padre de familia le gusta que se expresen así de su hijo y sí, si fue muy triste. Sin embargo, nosotros, sus padres sabíamos que no era así.
Nos dimos a la tarea de investigar, leer y buscar consejos para padres de niños con TDAH.
Regresamos nuevamente con el neurólogo pediatra, me comentó que todos los padres de inicio se resisten a medicar a sus hijos, pero finalmente se convencen. Me dijo que mi hijo no tenía retraso mental sino todo lo contrario. Inicié el tratamiento multimodal que me indicó, el farmacológico fue muy difícil, los medicamentos que empezó a tomar (psicotrópicos) le invirtieron el ciclo del sueño, despertaba por las noches y quería jugar. No fue nada fácil dejar de ver cómo sonreía y como se tornaba triste, cabizbajo, como si le hubieran robado su esencia.
Cambiamos a Luis de escuela, a una privada, tampoco dió resultado, la maestra mostraba poca tolerancia a mi hijo, olvidaba darle su medicamento, no le prestaba atención a un niño diferente a los demás.
Nuevamente cambiamos de escuela, otra privada, empezamos a ver cómo lentamente Luis se concentraba por periodos muy cortos, su papá le ayudaba sujetándole la cabeza, ya que se distraía hasta con el ruido de una mosca. Él se convirtió en su maestro de cabecera, hasta la actualidad lo es.
Logró nivelarse con los otros niños de preescolar durante el ultimo año, cuando terminó el curso ya sabía leer y escribir. Inició la primaria en esa misma escuela, empezaron a tomarle atención cuando Luis ganó el concurso de tablas de multiplicar y tenía facilidad con los idiomas. Siempre fue difícil iniciar un nuevo ciclo escolar, los profesores se quejaban de que mi hijo los atrasaría y no cumplirían con los objetivos del año escolar; sin embargo a él le costaba trabajo sólo a principio, después avanzaba con todos y muchas veces terminaba arriba de ellos. El nivel de actividad de Luis bajó notablemente, ahora se veía pensativo, solidario, inocente, noble, lento y en ocasiones irritable, nunca fue agresivo con nadie.
Por nuestra parte hicimos un cuadernillo de consejos para los maestros, tips para saber cómo abordar a Luis, algunos profesores nos tomaban por locos y otros abiertamente lo rechazaban. Cada ciclo escolar tenía que defender a mi hijo de los adjetivos calificativos negativos por parte de los maestros. Es cierto, también encontramos algunos muy buenos, todos ellos coincidieron con el talento excepcional de mi hijo, pero han sido tan pocos, que los contaría con los dedos de las manos, a quienes por cierto les reconozco respeto, les tengo una gran admiración y un profundo agradecimiento, por ver en mi hijo lo que muchos otros no han podido ver hasta hoy.
La secundaria no fue menos desafortunada, bullying por parte de compañeros, maestros y hasta directivos. Dos escuelas privadas y una pública, en esta última encontró relativa estabilidad. Para los chicos de secundaria es raro ver a un joven caminar en los pasillos hablando y sonriendo solo, pensando en voz alta, con el suéter al revés, las agujetas desatadas, el cierre del pantalón abajo, platicando de caricaturas o el chavo del ocho, admirador de Pedro Infante, Javier Solís, Cantinflas, es blanco para todo tipo de bromas y groserías.
En una escuela un grupo de señoras exigían al director de la secundaria expulsar a Luis, porque lo consideraban como una posible mala influencia para sus hijos, y su aspecto distraído daba mal aspecto a la escuela, en una junta, estando nosotros presentes.
Poco a poco se fue ganando el respeto de algunos de sus compañeros, gracias a su buen aprovechamiento en matemáticas física y química.
Reconozco también que Luis encontró en su carrera académica a grandes personas, jóvenes que lo defendían, protegían, respetaban y lo aprecian hasta el día de hoy.
Dos escuelas preparatorias, una privada y una pública, en la primera, ven a los alumnos como aportadores de una mensualidad, no como personas, de ahí todo lo demás no importa, el bullying, el robo de las calificaciones, nada importa.
En la segunda, mi hijo encontró mas estabilidad, pero nunca faltan los chavos abusivos que se aprovechaban de la inocencia de Luis para hacer bromas muy pesadas. Él seguía siendo tranquilo, inocente, distraído, pensando y sonriendo en voz alta, manipulable.
Luis siempre ha mostrado talento para las matemáticas, tiene una memoria a largo plazo excepcional, recuerda anécdotas con año, mes, día y hasta la hora. Hizo examen a la Facultad de Ciencias para la licenciatura en Matemáticas y lo aprobó, pero, volvemos a lo mismo, los profesores consideran que todos los estudiantes son iguales y no les importa si alguien es diferente, a pesar que desde hace mucho se está empleando un modelo educativo a base de competencias.
Luis no fue la excepción, simplemente lo vieron diferente. Al finalizar el semestre la directora de la Facultad no quiso que regresara al siguiente semestre. Según ella y los catedráticos universitarios (en consenso) mi hijo no era apto para esa carrera. Aunque hubiera reprobado todas las materias, su derecho era presentar los exámenes extraordinarios y no decidir ellos por él.
También había presentado examen en el IPN, y lo aprobó. Al ser rechazado de la UAEM, con esfuerzo se traslada a la ciudad de México para cursar una ingeniería. No es fácil para un joven enfrentarse a una gran ciudad, un sistema diferente… y más si este chico tiene TDAH. El IPN no permite interacción con los padres de familia, por lo que fue tratado como todos los alumnos. Luis aprobó tres materias de seis; por ello le pedimos que regresara a Toluca.
Nuevamente presentó examen para ingeniería en la UAEM, y nuevamente lo aprobó.
Actualmente con 19 años cursa el primer semestre de Ingeniería Electrónica, en la UAEMex, no hay forma alguna de que sea tratado de forma diferente, en cuestión académica. Aunque, si nuevamente no hay avance buscaremos una nueva forma de que Luis pueda mostrar su potencial. Porque un padre y madre de familia nunca se deben rendir, y más si se está convencido del talento de su hijo.
Aún le cuesta trabajo socializar con jóvenes de su edad, le cuesta un poco comprender o expresar sus pensamientos y emociones, todavía recibe terapia psicológica, por cierto, su terapeuta y médico reconocen a Luis como una persona sobredotada.
Sigue siendo un soñador, inocente, todavía cree en los Reyes Magos y les escribe carta pidiendo por la paz del mundo, es metódico y sistemático. Le agrada la música clásica, admirador de José José y Yuridia.
Creo que esta madurando.
Algunos conocidos lo llaman el “Forrest Gump Mexicano” por la inocencia y sinceridad del personaje de la película.
Por nuestra parte, hemos hecho todo lo que el médico nos ha indicado, nos preocupa mucho la sociedad a la que Luis se tiene que enfrentar, en un país donde todavía se vive discriminación, intolerancia, exclusión, y no se reconozcan los derechos de los niños jóvenes y adultos con TDAH.